Voces del otro Mundo

"Delenda est Carthago" "Hannibal ad portas!!"

martes, 26 de julio de 2011

Azul [TABLA]

Autor:  Tanisbarca
Fandom: Hetalia World Series
Disclaimer: Roma pertenece Hidekaz Himaruya, Cartago a mi.
Claim:
Cartago/Imperio Romano
Tabla Arcoiris: #3—Azul.
Advertencias:
Random



* * *


Nadie sabía de dónde provenía mi nula disponibilidad para nadar. Lo cierto era que algo superior al terror de sumergirme en algo más grande que la propia Tierra se adueñaba de mí y me impedía maniobrar como cualquier niño avispado, adiestrado en su corta infancia para saber sobrevivir si caía por la borda de algún barco.

Tenía mi propia historia detrás, una que nadie conocía y que esperaba nadie llegara a conocer nunca.

Pero eso Roma no lo comprende porque es curioso de cojones y cuando le entra la perra por saber algo, no existe gran cosa que pueda hacerle cambiar de opinión…

—Anda, cuéntamelo… —él me suplica una y otra vez mientras caminamos por el puerto. Yo quiero trabajar y olvidarme de ello, pero él no. No conoce el significado de la palabra responsabilidad ajena.

—No, y deja de insistir, romano cabeza de chorlito —medio refunfuñé, algo hastiado.

—Púnico idiota —él intenta contraatacarme con algo similar pero nunca lo consigue. No es capaz de encontrar un peyorativo mayor que ese para mí. Extraño.

Roma parecía un niño pequeño cuando se comportaba de esa forma, pesado y cargante. Y yo no podía hacer más que tratar de ignorarlo a ver si se le pasaba, cosa que ocurría después de horas de andar molestándome con sus exigencias.

El colmo llega cuando él nota que no va a poder convencerme mediante palabras y pasa a convertirse en el ser más irritante, infantil y pesado de todo el Mediterráneo.

Literalmente.

Roma, cuando ve que hablar no sirve de nada, se te engancha encima como si fuera una garrapata y no te suelta. No puedo entender como alguien así ha llegado a casi equipararse a alguien como yo.

Me detengo a medio camino de uno de los muelles cuando noto que me apresa por la espalda y me sujeta para que no me mueva, aunque si quisiera podría seguir caminando con él a rastras. Roma es tonto, a veces olvida que soy más fuerte que él.

—Suéltame—digo, más bien ordeno, irritado.

—No— tiene la frente apoyada en mi omoplato derecho. Me entran escalofríos. Hijo de… perra.

—Suéltame—repito, cada vez más enfadado. Se me frunce el ceño solo.

—No hasta que me digas.

—No te voy a decir nada como no me sueltes.

Noto que algunos contemplan divertidos la escena, viendo a su nación apresada por un hombre con mente de crío. Suspiro, a veces odio tener una amistad tan estrecha con él.

A veces desearía no sentir nada, como realmente aparento.

Lentamente parece que me suelta, despacio afloja el agarre al que me mantenía sujeto y cuando me giro para mirarlo, él no lo hace, mirando hacia otra parte, ofendido y las mejillas ligeramente sonrojadas. Curioso.

—Cumple con el trato.

Tenuemente y aprovechando que no me está mirando, me sonrío de lado, notando que estamos cerca de una dársena vacía. Me acerco a él, igualmente despacio, hasta quedar  a meros centímetros de su figura. Roma me mira ahora, entre curioso, impaciente y ansioso.

—¿Quieres saber por qué no me gusta nadar?

—Sí —responde vehemente.

—¿Quieres saber realmente por qué no me gusta nadar?

—S-Sí…

Esta vez parece algo vacilante porque ya ha reconocido mi expresión, una que denota un plan en mi mente y que voy a cumplir de un momento a otro. Sin decir nada más tan solo extiendo mi mano izquierda y la apoyo en su pecho. Presiono y empujo. Roma profiere un agudo sonido de sorpresa y después un corto grito. Después suena el chapuzón.

Acabo de tirar  a Roma al agua, fría y azul con las carcajadas del puerto de fondo y mi sonrisa de pura satisfacción. Me asomo por el malecón y veo surgir su cabeza en la superficie, escupiendo y mirándome desde abajo con enojo. Sé que se siente humillado pero él lo ha hecho conmigo momentos antes así que estamos en paz.

—Ahí tienes tu porqué, Roma.

—¡Tú, púnico idiota! ¡Ya verás cuando te pille!

Por una vez se oye mi propia risa mientras me alejo por el rompeolas. Roma está y estará enfadado un tiempo en el cual me mirará mal en la distancia. Pero se le acabará pasando  y volverá a mí como un cachorro, necesitado de atención perpetua. Una que siempre le concedo a pesar de todo por lo que me hace pasar.

Mientras aun lo oigo farfullar contra mi, observo las olas y el mar, azul en la lejanía, recortado contra el recuerdo de una tormenta que me hizo odiar cualquier momento que estuviera sumergido en el agua profunda.

Azul, azul. Nunca lo olvido. Es un color frío, como una muerte que te ahoga, palabra por palabra.

 

1 comentario: