Voces del otro Mundo

"Delenda est Carthago" "Hannibal ad portas!!"

sábado, 30 de julio de 2011

Tu mejor amigo es el alcohol, no yo [One-shot]


Autor: tanisbarca 
Título: Tu mejor amigo es el alcohol, no yo
Personajes: Estados Unidos//Inglaterra
Advertencias: Histórico, leve matiz de UsUk
Resumen: Estados Unidos acaba de unirse a la WW2 y aún todavía puede notar el resentimiento de su antiguo hermano mayor, también algo más.


* * *
Apenas podía pensar en otra cosa que en el sentimiento que me embargaba en aquellos momentos. No recordaba el tiempo exacto, ni ya merecía la pena. Lo único que sabía es que de nuevo podía andar por los pasillos al lado de mi viejo amigo.

Regresaba de hacerle una pequeña visita a Inglaterra, que de un tiempo a esta parte había vuelto a ser quien era, más o menos. Aquello me hacía experimentar una extraña sensación de calma y algunas otras una intensidad que no comprendía muy bien.

Paseé de noche por los pasillos de la embajada estadounidense, con toda pretensión de volver a casa en cuanto saliera el sol. Desde hace unos días pasaba más tiempo en el viejo mundo que en el propio y quizá tuviera que ver con el hecho del retraso. Yo estaba esperando averiguar algo pero el tiempo no me daba más de sí. Caminé despacio y en silencio, procurando hacer el menor ruido posible hasta salir por algún sitio de buen acceso. Entonces mi vista se fijó en el pasillo, por el que una ligera luz azul se filtraba a través una de las dos puertas de la familiar sala grande.

La sala de reuniones...

No era muy corriente que se hubiesen dejado ambas abiertas y por ambas me refería a que para que se pudiese vislumbrar la luz de la luna, el corredor que estaba en el patio debía estar abierto de igual manera. Sabía que no era de mi incumbencia, sin embargo no pude evitar asomarme al pórtico. La silueta tantas veces observada se recortaba en el azul profundo de la noche con una fina línea de luz blanquecina. La sombra de mi antiguo hermano mayor, Inglaterra.

No tenía ni idea de que hacía allí ya que era muy tarde para que anduviese por mis dominios. El hombre frente a la gran cristalera del fondo, con la mirada perdida, un gesto solemne y serio, dureza reflejada en su rostro que jamás había desaparecido. En aquel momento no pude evitar recordar el primer reencuentro después de mi independencia, haciéndome sentir como un intruso en mi propio cuerpo.

No podía evitar recordar también aquella vez.

* * *

Había recibido el permiso de mi jefe para ir a dar una vuelta. Aunque sabía que era mi día libre tenía constancia de que le gustaba que depositara mi confianza en él y por ello solía decirle dónde iba, sobretodo si se trataba de contacto con otros países.

Había estallado una Gran Guerra en Europa y aunque en un principio me había negado a participar, enseguida el remordimiento por dejar solo a Inglaterra ante el peligro hizo que me uniera a su causa. Francia me había dicho que era predecible y débil pero no le había entendido. Hoy era el primer día después de todo lo ocurrido, en el que me vería de nuevo. Aunque las reuniones solían hacerse en su Parlamento, hoy habían preferido hacerla en el consulado francés aprovechando la corta estadía de Francia en el país antes de regresar al suyo.

Francia me dio la bienvenida, quizá algo más seco de lo habitual aunque no quise preguntarle la razón. Quizá estaba estreñido. Inglaterra me musitó un adusto "llegas tarde" mientras cabeceaba sobre sus papeles sin mirarme ni un instante. Eso hizo que me sintiera frustrado pero me senté frente a él en la mesa con todo el ánimo del mundo.

Observé con tranquilidad la sucesión de diálogos sin participar activamente en ninguno. Mi mente aunque consciente, estaba pendiente más del señorito sentado frente a mí que de las indicaciones de Francia. De repente noté que estaban discutiendo por algo pero no hice nada por separarlos. Suspiré con abatimiento, denotando que parecía aburrido. Aquello no era normal en mí, yo lo sabía.
Cuando la reunión acabó, yo no sabía muy bien a que debía atenerme pues hacía poco que había soportado una guerra propia y no me gustaba demasiado el asunto. Aunque yo fuera un héroe, considero que las peleas no traen nada bueno.

Salía por la puerta, con la chaqueta sobre el hombro, cuando él me adelantó al bajar las escaleras exteriores para llegar hasta su coche. Su jefe le esperaba para abrirle la puerta pero antes de entrar y subir al vehículo, Inglaterra ladeó la cabeza y me miró. Tenía los ojos entrecerrados, componiendo una mueca de rencor y desprecio que sin embargo se vio eclipsada por una fugaz y rápida sonrisa, pequeña, muy pequeña. De modo que me quedé allí, con el cuerpo tenso y el sudor frío recorriéndome, cada vez que recordaba su paralizante mirada observándome.

* * *

Inglaterra giró su rostro y yo, por algún motivo, me oculté tras la puerta, retomando mi posición. ¿Qué demonios estaba haciendo? Oí la ligera risa del inglés. El viento silbó un segundo, él chistó.

—Tonto, ¿acaso no sabes que te he visto?—dijo en voz alta. La sombra donde me encontraba me permitía un refugio. A la luz del otro lado se hallaba aquella nación que desde el principio había sido fascinante. Él se asomó un poco de nuevo, esta vez con expresión extrañada— ¿Piensas quedarte ahí hasta que me vaya o vas a pasar cuando yo no mire?

De nuevo silencio fue mi respuesta, eso y un leve jadeo. A pesar de ello, era yo el que debería haberle preguntado el motivo de su visita tan tarde pero mi voz se negó a salir.

¿Qué era aquello? ¡¿Qué era?! Mi respiración se sucedió mas fuerte y mis nervios no cesaban, pero ¿por qué estaba nervioso?

—¿Vas a hacerme ir a buscarte?—preguntó, esta vez con denotado aire molesto. Finalmente mi pie derecho se movió y luego el izquierdo, finalmente posicionándome frente a la puerta — ¡Ah! Por fin—dijo recuperando su punto de vista— ¿A qué demonios estabas esperando?

¡¿Y yo que sabía a qué demonios esperaba?! ¿Y a qué esperaba ahora? ¿Para qué estaba allí parado en medio de la puerta? Hubiese podido desaparecer, dado la vuelta y echado a andar, no sin antes saludar para despedirme. Pero no hice nada de eso.

—Anda, ven aquí, acompáñame—dijo Inglaterra mientras levantaba una botella de whisky. Se sentó a la cabecera de la larga mesa y me hizo una seña. Me mordí el labio inferior y me fui acercando con bastante parsimonia, no sin antes cerrar la puerta. Me pesaba el cuerpo y sin embargo dentro sentía como si todo se moviera a un ritmo alarmante. Finalmente llegué junto a él y me senté a su lado. Inglaterra me miro y rió.

Y bebimos.

En silencio, sin decir nada, mientras veíamos escurrirse la noche. Le oía tragar, respirar, oía el viento acariciando su piel tras los enormes golpeteos que el latido de mi corazón producía en mis oídos. No podía evitar mirarle. Era tan extraño, siempre había sido perturbador.

Él me devolvía la mirada por el rabillo del ojo sin moverse. Una de esas veces se la aguanté. Escruté en sus ojos. Hace mucho me habían parecido  iguales a como eran los míos ahora. Los suyos habían desprendido vida, pasión y fuerza, como la que él tenía o tuvo. Me daba la sensación de que yo había matado esos sentimientos.

— ¿Por qué estás aquí, Inglaterra?—pregunté después de pasarle la botella.

Él dio un sorbo pequeño, mirando a través del cristal transparente y del licor. Parecía ido, distraído. Finalmente volvió a darme la botella pero no me miró.

—No lo sé.

Fue todo lo que me respondió.

Separó la silla ligeramente de mí y alzó la vista para mirarme casi de frente. En sus ojos se notaba un matiz triste. Parecía que se sintiese impotente para hacer algo o quisiese hacer algo y no pudiese o no tuviese la fuerza de voluntad apropiada. Los míos le miraron interrogantes, fijándome en su rostro y escudriñándolo con suavidad. Un ligero rubor se extendía por sus mejillas y a juzgar por el estado de la botella, debía de estar algo menos que ebrio.

Inglaterra alargó el brazo y asió el cuello de cristal de la botella. Le dio un trago después mientras yo le observaba. Finalmente, al ver que su única intención era emborracharse delante de mí, me levanté de la silla, le cogí por los hombros y lo alcé con facilidad. Sus piernas ya casi no lo sostenían, por lo que tuve que casi cargarlo. Pasé uno de sus brazos sobre mis hombros y comencé a llevarlo para afuera. Le dejaría en el vestíbulo y mandaría llamar a alguien para que lo recogiese. Iba farfullando por el camino mientras le guiaba hasta el descansillo. Lo tumbé en uno de los sofás de la entrada y llamé por teléfono a su casa para que vinieran a buscarlo. No sabía muy bien por qué lo hice pero mientras esperaba a su coche oficial, me senté en el resquicio que dejaba su cuerpo.

Inglaterra fruncía los labios y murmuraba incoherencias a la par que se revolvía. Parecía medio dormido. Yo le observaba con una mezcla de entre interés y amargura porque viéndolo en ese estado me recordaba el motivo del por qué.

Tantos recuerdos y no podía deshacerme de ninguno.



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